Otra vez más,madrugada y despertar.

Calculaba razones e ideas que se cernían a una vulnerabilidad,aquella que las decisiones mandaban construir como golpe bajo y febril hacia la trayectoria de unos pasos. En ocasiones,solo en días soleados,tocaba el fondo del embalse cuando se tiraba de cabeza y una tarde,como rayo hendido en la tierra,partió la masa de hormigón y liberó lo emparedado : dictados de agua dulce y neuronas,que se pusieron en fila e hicieron un contraataque a todo acto de raciocinio de su último mes.

Viajó,conoció nuevos lugares y comenzó a pensar que su casa era el mundo,que no había ladrillo ni barrote que pudiera contenerla.Sus ojos extendían brazos hacia parajes lejanos,acercándolos a la retina,volviendo la estampa del momento eterna. En plena coyuntura,había vuelto la mirada al mapa de una ciudad,el ruido marcaba los latidos de su mente y,como golpe de suerte,decidió tirar las señas.

Se paró y miró el frente de una vida.Hablaron cara a cara,dejó entrar al extranjero en suelo nativo y lo confinó a una búsqueda con final variable. Fueron 100 metros,un local y una voz los que quedaron como momento fuera de lo común o como fuerza virulenta/intensa que mueve las olas del mar y enfría(abriga) el más alto pico : se le estremeció el alma/se le conmovió cada poro de su piel.

"Tiene dos escaleras en el callejón que me llevan volando al final del camino"

(Dos violetas,Fabian)