Cogí el teléfono y marqué el número de mi madre. El último intercambio de palabras no nos convenció a ninguna pero yo colgué y ella no volvió a llamar. Dijo algo así como "¿estás bien entonces?".
Me levanté de la silla y me tiré en la cama.Mi espalda se arrastró hasta aparecer pegada al cabecero de la cama,ése que está relegado a otra cosa diferente que a vivir detrás de mi almohada.
La canción comenzó a sonar : notas,silencios,nadas y desvanes...Él hablaba en susurros,tan suave como el sabor a vainilla en mi té,tanto como los pétalos de las violetas que algún día decorarán mi habitación,como los tulipanes que ayer brillaban en la pared al salir del proyector.
Me acosté sobre las baldosas,templadas poco a poco por el calor del cuerpo de mi otro yo. Me llevé el mando.Me sentí gigante en la inmensidad reducida entre cuatro paredes.Y entonces empecé a apagar y encender las luces una y otra vez : negro,blanco,negro,blanco,negro,blanco,negro,blanco,negro,blanco,negro,blanco,...
A veces no pasa el tiempo,a veces no pasa nada y todo se queda igual : negro,blanco,negro,blanco,negro,blanco,...
Mis pupilas comenzaron a mostrarse rebeldes,pero las obligué a ir más allá,a llegar a aquel punto, a quedarme mirando hacia el foco,solamente mirando...
Solamente blanco.
Y llegó hoy,mis oídos insaciables buscaban susurros, los mismos que rodaron hacia mí en medio de la tarde.Palabras y conversaciones ajenas que vestidas de blanco me llevaron a un limbo donde mis ojos se postraron a su antojo en un cúmulo de palabras y mi espíritu se alejó aún más de mi cuerpo.